Jonathan Sterne y el nacimiento de la cultura sonora


La falta de atención hacia el sonido como objeto de estudio en comparación con la imagen no es ni mucho menos un problema exclusivo del campo de la crítica y el discurso académico sobre cine, sino que puede ampliarse a todo el terreno de las ciencias sociales. Sus orígenes tampoco son en ningún caso nuevos, pues extienden sus raíces varios siglos atrás.

Desde el ámbito de los estudios culturales, Jonathan Sterne ofrece en su obra The Audible Past. Cultural Origins of Sound Reproduction algunas de las claves para comprender por qué motivo, hasta bien entrada la modernidad, el sonido no se había concebido como una entidad de análisis diferenciada. Hasta ese momento, en palabras de Sterne (2003: 3), "si bien se considera al sonido como un problema intelectual unificado en algunos campos de la ciencia y la ingeniería, está menos desarrollado como un problema integrado en las disciplinas sociales y culturales".

En el cambio de consideración del sonido dentro del campo social, Sterne establece una cronología en la que diferencia dos grandes etapas. Antes de 1750, el sonido era estudiado como materia de interés epistemológico únicamente en los terrenos de la música y la voz. La voz interesaba en tanto que se consideraba como el único ruido con significado, mientras que la música se veía como una instancia teorética e idealizada del sonido, de la que se estudiaba su tono y armonía.

A partir de 1750, y en un proceso de evolución continuada que dura casi dos siglos, hasta aproximadamente 1925, el sonido se transforma en un objeto de pensamiento y práctica en sí mismo. Con el desarrollo desde mediados del siglo XIX de los primeros dispositivos capaces de transmitir, grabar y reproducir sonidos, como el telégrafo, el fonógrafo, el teléfono y la radio, el sonido y el proceso de escucha son reconceptualizados, transformados en objetos, industrializados, reproducidos en masa, y mercantilizados. La palabra y la música quedan ahora como casos particulares dentro de la cultura moderna del sonido.

Oficina de telégrafos, a finales del siglo XIX.



Este cambio de concepción será de una importancia capital por un doble motivo. En primer lugar, porque inicia una nueva curiosidad por comprender el mecanismo de audición humano. Desde finales del siglo XVIII, el interés científico por el sonido evoluciona desde un modelo basado en la imitación de la boca en su proceso de fonación, a otro cuyo objeto central de discusión es el órgano del oído. Es decir, del interés casi exclusivo por la fuente sonora se pasa al estudio del sonido como un efecto en el mundo. Este nuevo enfoque, ahora posible gracias al desarrollo de disciplinas como la otología y la fisiología, obtendrá resultados concretos en las primeras máquinas que tratan de imitar el mecanismo del tímpano, con aplicaciones directas en el ámbito de la pedagogía (enseñanza del lenguaje a sordos, mediante autogramas y alfabetos de signos para leer sonidos) y medicina (desarrollo del estetoscopio y la auscultación mediada como método científico de diagnóstico).

En segundo término, porque si la escucha es ahora un proceso que puede ser aprendido, se abre la posibilidad de considerarlo como un fenómeno de ámbito cultural, una técnica corporal en palabras de Marcel Mauss (citado por Sterne, 2003: 12), o una técnica de escucha (audile technique) en la terminología de Sterne, que se adquiere dentro del entorno sociocultural en que vive el sujeto.  El sonido se redefine como una experiencia del cuerpo, resultado de un proceso activo de aprendizaje, un producto de los sentidos humanos. En este contexto social de principios del siglo XIX, nuevas profesiones requieren de sus practicantes el aprendizaje de habilidades y técnicas de escucha específicas para interpretar los sonidos, como por ejemplo la medicina (uso del estetoscopio para la auscultación, desde 1819) y la telegrafía (empleo del código Morse, desde 1837).

En unas pocas décadas se pasaría de la figura del inventor como alguien que trabaja en solitario con unos medios más bien escasos, a una concepción más industrial y comercial de la investigación científica. En 1877 el fonógrafo, inventado por Thomas Edison, se convirtió en el primer dispositivo capaz de grabar y reproducir sonido. Si bien comenzó su andadura como un aparato exclusivo para el ámbito de los negocios, pronto alcanzará también el entorno del hogar. Ya a finales del XIX, los fonógrafos eran publicitados como instrumentos destinados mayoritariamente al terreno del entretenimiento, y sólo dos décadas después jugarían un papel capital en la evolución de los primeros sistemas de sonido sincronizado con la imagen en la industria cinematográfica.

Edison y el fonógrafo. Fuente: Wikipedia.

REFERENCIAS

Sterne, Jonathan (2003): The Audible Past. Cultural Origins of Sound Reproduction. Durham & London: Duke University Press.

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